miércoles, 16 de mayo de 2007

EVALUACIÓN DEL NUEVO MODELO ECONÓMICO ARGENTINO CINCO AÑOS DESPUÉS

Lic. José Alberto Sbatella
Presidente Comisión Nacional de Defensa de la Competencia.

Marco Político. Abril 2007.

En Busca del Tiempo Perdido.

Si de algo debemos arrepentirnos en Argentina, es del desperdicio de “vida” que hemos consentido, considerando la potencialidad de los recursos naturales del país. La concentración de la riqueza en pocas manos ha generado conflictividad social violenta, con la consecuente disminución de la calidad de vida de la población, no sólo la de los pobres sino también la de los dueños de las riquezas.

La recuperación de los niveles de actividad económica, que ya superaron los máximos históricos, vuelve a plantear, lo que las crisis no permiten resolver, que es nada más y nada menos que delinear un plan estratégico para la Argentina, es decir, consensuar un modelo de sociedad “vivible”, con la progresiva integración de los marginados, y la disminución de la avaricia de los poderosos, de tal manera que la tolerancia mutua, disminuya el conflicto social.

La situación internacional permite usufructuar grados de libertad impensables para las dirigencias políticas latinoamericanas de hace apenas diez años atrás. La derrota de Bush en Irak, plantea un nuevo escenario internacional dominado por la presencia de China, Rusia y Europa liderada por Alemania y Francia; es decir, un mundo multipolar, donde los países periféricos van recuperando la posibilidad de intervenir, siempre que tengan firme voluntad política. Del discurso único de los 90, se pasó a la gestación de nuevas alianzas, como el grupo de los 20, que incluye a Brasil, Sudáfrica, China y Rusia, que piden eliminar los subsidios a la agricultura en los países centrales, y hacen entrar en crisis a la OMC. Resta mencionar el fracaso del ALCA que debía comenzar a funcionar en 2005, y desapareció de la agenda política latinoamericana producto del consenso alcanzado para priorizar el MERCOSUR.

Esta nueva realidad encuentra a la Argentina en plena recuperación de la crisis desatada por el modelo de “Convertibilidad” a partir de la depresión iniciada en 1998, que finalizara con la devaluación de 2002.

El mantenimiento de un dólar alto, junto a un superávit doble, en cuenta corriente y fiscal, permitió acumular reservas, que ya superan el valor histórico más alto, a pesar del proceso de desendeudamiento iniciado al pagar toda la deuda al FMI.

Este esquema macroeconómico, cuyo motor ha sido recuperar el mercado interno, y su principal logro disminuir la tasa de desocupación a un dígito presenta las condiciones para comenzar a plantear los ejes de un plan estratégico.

Resumiremos los logros y las asignaturas pendientes del proceso iniciado, primero como reacción a la crisis, y a partir de Mayo del 2003, en el ejercicio de la Presidencia de Néstor Kirchner, con la voluntad política direccionada a salir del esquema heredado de las décadas pasadas.

En términos generales se puede decir que la economía argentina ha mostrado síntomas de salud y fortaleza que en salidas de crisis anteriores no se observaron y que un par de años atrás no resultaban tan claros.

El crecimiento del PBI ha sido sostenido, se han superado los máximos históricos, sin embargo resta alcanzar mejoras en términos per capita.

El consumo interno, principal motor de la economía argentina, se ha recuperado satisfactoriamente y en términos agregados se encuentra en un máximo histórico que debe crecer aún más para mejorar el consumo por habitante. Pero el gran desafío es disminuir la brecha de desigualdad en el consumo, incrementando el de los sectores populares.

La inversión, sumamente dinámica, ha experimentado el crecimiento más importante, superando en valores absolutos y relativos a cualquiera de las perfomances derivadas de crisis anteriores, quedando como desafío el aumento de su importancia en el PBI y la consolidación de un perfil productivo generador de mano de obra.

En el comportamiento sectorial es destacable el crecimiento del sector servicios, especialmente los vinculados con los servicios públicos y la obra pública, y no sólo el de los sectores naturalmente beneficiados por la devaluación como el agro y la industria. A futuro, la mejora de los servicios es fundamental para consolidar la competitividad sistémica del país y solucionar los cuellos de botella que se comenzaron a observar.

El sector externo ha sido exitoso fundamentalmente por la reversión de los valores de la cuenta corriente, y su desafío es continuar con el desendeudamiento a fin de reducir la dependencia externa.

El desempeño fiscal ha mostrado niveles de recaudación muy elevados, acompañado por una gestión de los gastos austera que permitió niveles de superávit máximos. El desafío a futuro pasa por realizar la transición del sistema tributario regresivo y procíclico heredado a uno más progresivo, sin perder recaudación, saliendo del criterio de emergencia permanente.

En materia de indicadores sociales, el cambio de modelo posibilitó que el desempleo cayera a valores que no se observaban desde hace catorce años. Las cuestiones pendientes son la reducción del subempleo y la precariedad.

Los indicadores de pobreza muestran mejoras respecto de los de comienzos de la crisis, sin embargo, queda por corregir la distribución del ingreso. En ese sentido, la tasa de desocupación de un dígito dispara un proceso que se había degradado: las convenciones paritarias que, unidas a una definición del Estado sobre el piso mínimo de sueldos y jubilaciones, reinician el proceso natural del capitalismo.

El año electoral, y la clara perspectiva de continuidad política, junto a los logros alcanzados, generan la necesidad de saltar de los temas coyunturales a las definiciones sobre la perspectiva estratégica de la Argentina. En ese sentido la heterogeneidad estructural de la economía y las desigualdades regionales se ubican en primer plano.

El objetivo será lograr que el incremento de la productividad social del trabajo, se canalice en el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales, evitando lo sucedido en las décadas pasadas, en las que ese crecimiento se canalizó en el incremento de la desigualdad y en la fuga de capitales.

Evaluación del nuevo modelo económico argentino cinco años después

El objeto de este trabajo es realizar una evaluación de los resultados en términos de recuperación económica a la par de destacar los desafíos a abordar para la continuidad del modelo.

En diferentes ámbitos, fundamentalmente académicos ortodoxos, se plantea la escasa eficacia que tuvo el cambio de modelo decidido en el año 2002. En esta circunstancia cabe realizar algunas preguntas para aclarar el tema: ¿Cuáles son los argumentos que se esgrimen para realizar tal afirmación? ¿Los objetivos que se afirma no haber alcanzado coinciden con los que se propusieron al decidir la medida? ¿Cuál es la situación general de los indicadores de la economía en estos últimos cinco años y cual era en los años previos? ¿Existen contradicciones derivadas de la forma del modelo a resolver?

La crítica

El argumento fundamental para criticar la escasa eficacia del cambio de modelo realizado en el año 2002 -cuyo eje más difundido fue la devaluación del peso argentino- es el “mal” desempeño de las exportaciones. En ese marco se expresa que la participación de la Argentina en las exportaciones mundiales cayó del 0,51% que ostentaban en el año 2000 al 0,39% en el año 2005. Respecto a estos guarismos se pueden hacer algunos comentarios que relativizan la significatividad del dato.

En primer término los valores están expresados en dólares corrientes, de modo que la comparación interanual valedera es aquella que se realiza aislando a las exportaciones del efecto de los precios. Cuando se realiza este ejercicio, debido a que los precios de las exportaciones mundiales crecieron más de lo que lo hicieron los precios de las exportaciones de la Argentina, encontramos que la participación de las exportaciones se ha mantenido estable en torno al 0,4% y no se ha observado ninguna merma ostensible.


Gráfico 1. Participación de las exportaciones argentinas en las exportaciones mundiales en términos reales.
Fuente: IEFE en base a Fondo Monetario Internacional

En segundo lugar se debe considerar que la Argentina se encuentra, en relación por ejemplo a Brasil, en una etapa previa de la adaptación que genera la mutación de la paridad cambiaria -este país devalúa tres años antes que el nuestro-, en este marco la maduración de inversiones acarrea un tiempo que se encuentra más avanzado en el caso de Brasil, por tanto la comparación debería realizarse considerando los mismos tiempos posteriores a la devaluación.

En el siguiente gráfico se puede advertir el desempeño exportador de la Argentina y Brasil en los cinco años posteriores a los ajustes cambiarios. Como se observa si bien Brasil logra incrementar sus ventas en un 47%, las ventas al exterior argentinas lo han hecho en un 36% lo cual se magnifica cuando tenemos en cuenta que el producto bruto interno de nuestro país ha crecido a una tasa promedio interanual cercana al 9% luego del año 2002 (8,8% 2003-2006), mientras que Brasil en un período asimilable (2000-2003) su economía sólo creció en promedio al 2%.

Así, la Argentina ha logrado incrementar sus exportaciones de forma significativa a la par de una de una demanda interna en continuo crecimiento.

(En este marco se encuentra subyacente el debate entre las corrientes neoclásicas y keynesianas, la significatividad del crecimiento en paralelo del producto y las exportaciones es más relevante cuando la economía se encuentra en el pleno empleo (situación que no se observó para la Argentina), sin embargo, no es menor que para un país como la Argentina que tradicionalmente exportaba saldos no consumidos, las exportaciones crecen a la par que lo hace el consumo y la inversión interna.)

Gráfico 2. Comparación de la dinámica posdevaluación de las exportaciones argentinas y brasileñas

Fuente: IEFE en base a Fondo Monetario Internacional

Crecimiento liderado por exportaciones o exportaciones como elemento dinamizador de la demanda agregada

En esta segunda sección de esta nota, debemos recordar que formulamos una serie de preguntas, así, la segunda de ellas nos lleva al meollo de la cuestión: ¿el cambio del modelo fue para generar un modelo de crecimiento liderado por las exportaciones? o ¿el cambio de modelo fue un intento por solucionar el problema de demanda que sufría la Argentina a partir de un atraso cambiario que no pudo ser solucionado en más de dos años de deflación?

(Recordemos que en la literatura se destaca que los efectos de una deflación son tan nocivos para el sistema económico como los de la inflación, sobre todo en términos de desempleo, disminución de los niveles de inversión y de los créditos, generándose la ruptura de la cadena de pagos. En la Argentina los precios al consumidor del año 2001 fueron 3,1% inferiores a los de 1998 y en el caso del sistema de precios mayoristas las mermas en el mismo período oscilan entre 8% y 8,7%.)

En nuestro criterio el objetivo fue recomponer la demanda tanto interna como externa, por ello en ese marco es posible afirmar que el desempeño de las exportaciones fue satisfactorio y considerando los valores observados en la relación exportaciones importaciones se puede aseverar que el sector externo fue una fuente de crecimiento del producto muy relevante.

En este sentido, comparativamente respecto de las experiencias recientes de devaluación del tipo de cambio (Brasil, Rusia, Malasia y México), la Argentina presenta la relación Exportaciones/Importaciones más alta para los cinco años subsiguientes al shock cambiario. Pasando de un valor promedio en convertibilidad de 0.94, a un 1.87 para el nuevo modelo productivo.

Si bien este indicador sobrereaccionó en los primeros años, producto de una importante disminución de los montos importados, en la actualidad se encuentra en torno a 1,4 mostrando como las exportaciones siguen siendo un importante elemento dinamizador de la demanda agregada, más allá que en la actualidad la tasa de crecimiento de las importaciones es superior a la de las exportaciones, con lo cual se debe esperar que el superávit comercial se reduzca.

En este sentido, este es un comportamiento paradójico, pues se debe considerar que en la actualidad si bien la Argentina se encuentra bajo un esquema de tipo de cambio flexible, este valor ha sido mantenido en torno a los tres pesos a partir de la actuación de la política monetaria, por tanto, cabe preguntarse que es lo que ocurriría si el dólar bajara, tal cual lo está indicando las compras que realiza el Banco Central.

Seguramente se aceleraría aún más la tasa de crecimiento de las importaciones y se realentarían las exportaciones, por este motivo es fundamental -para este modelo- el sostenimiento de la paridad cambiaria en los niveles actuales, sin embargo se debe acotar que cualquier tendencia que reduzca el superávit de balanza de pagos tenderá a incrementar el valor del dólar y así permitiría el sostenimiento de la brecha comercial.

Indicadores económicos y sociales

La tercera pregunta que formulamos en la introducción necesita, para darle respuesta, de la evaluación de una serie de variables económicas. El análisis se realizará observando la situación anterior y posterior al cambio de modelo, a fin de observar las condiciones imperantes en los estertores de la convertibilidad y su evolución ulterior.
Así, nos referiremos al producto y sus componentes (consumo e inversión); prestaremos especial interés al sector externo; y a la vez se indagarán los cambios cualitativos y cuantitativos que se aprecian en materia de indicadores sociales, fiscales y de actividad económica.

Producto Bruto Interno

El producto bruto interno (PBI) ha mostrado a partir del año 2002 una senda permanentemente ascendente. El valle del ciclo económico se encontró en el segundo trimestre de 2002, cuando la economía había caído en términos reales (respecto a igual trimestre de 1998) un 19,6%. A partir de ese momento todo fue recuperación. Para el tercer trimestre de 2006 la economía había crecido 42,8% desde el valle y 14,8% respecto al máximo histórico de la serie que se observó en el segundo trimestre de 1998. Para tomar magnitud de la crisis de la cual se salió, debemos considerar que la recesión se extendió por cuatro años, así, recién hacia primer trimestre de 2005 se logró superar el máximo observado en 1998.

Gráfico 3. Evolución del Producto Bruto Interno 1995-2006. En millones de pesos constantes de 1993.


Fuente: IEFE en base a datos INDEC

Una variable que tiene tanto o más importancia que la evolución del PBI es la situación del PBI (o ingreso) por habitante. En este sentido observamos que la mejora del PBI total ha sido mejor que la del producto per capita, en el segundo semestre de 1998 el ingreso por habitante (medido en términos constantes a precios de 1993) era de $ 8084,45, en tanto que en el tercer trimestre de 2006 dicha variable mostraba un valor de $8570,41, lo que supone un aumento de 6%.

Con lo cual se debe considerar que este es uno de los desafíos a abordar en la continuidad del modelo, por supuesto que el mero crecimiento del ingreso por habitante no implica mejoras concretas homogéneamente distribuidas. Si se evalúa la distribución del ingreso medida por la participación del primer decil en el ingreso total se encuentra que ha crecido respecto al peor momento de la crisis un 12,9%. Otra medida alternativa es la diferencia de ingreso entre el decil más rico y el decil más pobre, en este caso se observas una reducción de la brecha respecto a 2001-2002 del 17,2%. Así, si bien se mejoró la situación todavía participaciones de 1,6% del decil más pobre en el ingreso total y diferencias de 21 veces entre el 10% más rico y el 10% más pobre son guarismos a corregir en la continuidad del modelo.

El crecimiento del producto sin lugar a dudas se encuentra profundamente al valor que toma el tipo de cambio real (TCR). La competitividad precio que otorga el dólar alto permite que un mayor número de actividades se encuentren a salvo de la competencia del resto del mundo, sea en el mercado interno como en el externo. Así, el mantenimiento del TCR depreciado es un eje fundamental para sostener la dinámica del PBI.

Sin embargo, en un marco que ingresan capitales y hay exceso de oferta de moneda extranjera provenientes del comercio exterior, el sostenimiento demanda un esfuerzo del Banco Central en materia de realizar compras y por otro lado esterilizar los pesos que ingresan al sistema. Esta es una tarea fundamental para evitar que el componente monetario de la inflación se torne importante.

De todos modos, no obstante se controle el componente monetario, la inflación tiene origen también en cuestiones de oferta, sin lugar a dudas el crecimiento sostenido de la demanda agregada tiende a llevar a la oferta agregada cerca de su límite de su agotamiento. Por tanto, dado que la solución a problemas de distribución del ingreso es uno de los objetivos destacados como primordiales por este gobierno, se deberá hacer un esfuerzo muy grande en materia de trabajar con los empresarios en pos de controlar los precios a fin de que no sea un factor que deteriore el ingreso de los deciles inferiores.

Consumo

El consumo privado ha mostrado un comportamiento más volátil que el producto, esto se encuentra fundamentalmente basado en la magnitud de la caída posterior al año 1998, del máximo al mínimo el consumo privado mostró una caída de 23,3%. El crecimiento es muy importante respecto al piso de la serie (41,1%) pero no tan significativo respecto al pico del año 1998. Como dato final, cabe acotar que recién en el tercer trimestre de 2005 se logró superar el nivel de consumo del año 1998.


Gráfico 4. Evolución del Consumo Privado 1995-2006. En millones de pesos constantes de 1993.
Fuente: IEFE en base a datos INDEC


Cuando nos referimos al producto en términos per capita afirmamos que era una cuenta pendiente, en el caso del consumo por habitante se debe aseverar lo mismo, pero con el adicional que el consumo por habitante expresado a precios constantes de 1993 no ha mostrado en el año 2006 variación respecto al máximo de 1998 ($5544,9 en 2006 y $5546,4 en 1998), así, aunque se encuentra igualando el máximo histórico, se debe hacer un esfuerzo por incrementar este valor asegurando que este incremento se dirija especialmente a los sectores que se encuentran en peor situación relativa en términos de ingresos, pues como se ha expresado en el apartado anterior la situación en términos de distribución del ingreso es todavía poco deseable en términos de brecha entre ricos y pobres.

Inversión

La inversión bruta interna fija (IBIF) es sin lugar a dudas el componente más inestable del producto, los impresionantes aumentos en épocas de expansión y las profundas caídas en las recesiones manifiestan un comportamiento intrínseco pero que en el caso de la crisis de 2001-2002 llegó a niveles extremadamente bajos (la IBIF cayó 58,2%). De allí que los valores de la recuperación sean extraordinarios, con un alza de 186,7% respecto al valle; y resulta remarcable que en la actualidad la IBIF se encuentra 19,9% por encima del máximo del primer trimestre de 1998.

En el informe PRINCIPALES CARACTERÍSTICAS DEL ACTUAL PROCESO INVERSOR; Centro de Estudios para la Producción; Secretaría de Industria, Comercio y Pymes; Ministerio de Economía y Producción de Diciembre de 2006 se destaca que la salida de la crisis de 2001-2002 fue la mejor de todas las crisis recientes tanto a nivel nacional (tequila e, hiperinflación entre otros) como internacional (Brasil, Ecuador, México y Corea entre otros).

La magnitud de la baja hizo que recién en el último trimestre de 2005 se superara el valor del máximo observado.

Gráfico 5. Evolución de la Inversión Bruta Interna Fija 1995-2006. En millones de pesos constantes de 1993.

Fuente: IEFE en base a datos INDEC
Dada su volatilidad la IBIF tiene profundas oscilaciones si se la considera como porcentaje del PBI, así, recién en el 2006, con una participación de 22,3% se superó por tres décimas el máximo de 1998. Indudablemente para asegurar una senda de crecimiento sostenida, la política productiva debe acentuar el trabajo sobre la generación de inversión, tanto de origen nacional como extranjera a fin de incrementar la participación de la inversión en el producto y fundamentalmente incrementar la inversión en sectores generadores de mano de obra. Esta necesidad se basa en que si desagregamos los datos de la IBIF encontramos que cerca del 60% se explica por la construcción, componente que no genera directamente incremento de la capacidad productiva.

Los valores de inversión en equipo durable se encuentran en valores similares a los del año 1998, razón por la cual debería incentivarse la colocación de recursos en este sector a fin de incrementar la oferta agregada de la economía y así colaborar en la generación de empleo y en la reducción de la presión inflacionaria que seguramente tiene un origen importante en el agotamiento de la capacidad ociosa.

Actividad Sectorial
La medición de la actividad sectorial se abordará a partir de dos indicadores que elabora el Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC) uno que mide la actividad industrial el Estimador Mensual Industrial (EMI) y el Indicador Sintético de Servicios Públicos (ISSP).

Al trabajar sobre la medición de la actividad industrial se observó claramente una diferencia de niveles promedios de ambos períodos: mientras entre enero de 1995 y enero de 2002 el promedio del EMI era de 92,9; entre enero de 2002 y 2006 el promedio es de 99,0, lo que significa un incremento de 6,6%. Sin embargo, todo el impacto se puede observar cuando referenciamos a las variaciones de final de período con el pico y valle de la serie, en este punto el incremento es de 15,7% respecto al pico de junio de 1998 y de 71,5% respecto al mínimo observado en marzo de 2002.

Gráfico 6. Evolución del Estimador Mensual Industrial 1995-2006.
Fuente: IEFE en base a datos INDEC

El comportamiento de esta serie que palmariamente ha sobre reaccionado al PBI debe buscarse en las bases de un encadenamiento de apreciación y depreciación del Tipo de Cambio Real (TCR). En la secuencia que el TCR se apreció el EMI mostró una caída de 32,5% entre el pico de 1998 y el valle de 2002, en tanto que la significativamente recuperación posterior se dio en el marco de la devaluación del tipo de cambio nominal, este es el comportamiento habitual que se espera de bienes transables como los industriales.

El desarrollo de los bienes industriales tiene importancia en tanto y en cuanto presenta mayores derrames hacia el resto de la economía que la producción primaria y una inserción externa que no tienen los servicios por ser eminentemente no transables.

En forma paralela es interesante evaluar que ocurre con el sector servicios. Para ello utilizaremos el ISSP que contempla información sobre: distribución de electricidad, gas natural y agua potable; transporte urbano e interurbano de pasajeros en ferrocarriles; transporte de carga en ferrocarriles; transporte de pasajeros en subterráneos; transporte metropolitano de pasajeros en ómnibus; transporte de pasajeros y carga en aeronavegación de cabotaje; transporte de pasajeros y carga en aeronavegación internacional; peaje en rutas nacionales, de la provincia de Buenos Aires y en accesos a la ciudad de Buenos Aires; servicio telefónico básico nacional, internacional y de telefonía celular móvil. Por tanto es un indicador amplio de la actividad.

Gráfico 7. Evolución del Indicador Sintético de Servicios Públicos 1995-2006.

Fuente: IEFE en base a datos INDEC

El análisis de la evolución del ISSP permite comprobar en forma preliminar una hipótesis interesante y es que la evolución del sector servicios ha sido mejor bajo un esquema cambiario depreciado (tasa de crecimiento mensual de 1,56%) que bajo la economía funcionando con un TCR apreciado (tasa de crecimiento mensual de 0,67%), cuando la teoría dice que debería tener mayor expansión. En principio, esto podría indicar que para este sector es más relevante el efecto ingreso que el efecto sustitución, el crecimiento de la economía (principalmente en el sector transable y en el ingreso de las personas) tracciona para que los servicios crezcan de mejor forma.

Del análisis de estos dos indicadores se puede concluir en forma parcial que a partir del cambio de modelo se ha producido una dinamización de la economía que fue más allá de los bienes transables, lo que en términos de competitividad sistémica es importante, el desarrollo del sector servicios es fundamental para la mejora de la capacidad de competir en los mercados internacionales.

La inversión en este sector es fundamental para solucionar cuellos de botella, que como ser en el caso de la energía eléctrica, generan problemas para sostener una senda estable del crecimiento.


Situación similar se encuentra en diversos sectores que fueron privatizados y que a causa de que no se otorgaron los aumentos pautados en contratos atados (indebidamente) (En la década del noventa los contratos de privatizaciones de servicios públicos estipularon cláusulas automáticas de ajuste de tarifas dependiendo del valor del dólar. De haberse otorgado estos aumentos el incremento de la inflación sin lugar a dudas que hubiese sido mucho más grande), al valor del dólar, no se realizaron las inversiones previstas.
La acción del Estado será en este caso fundamental, sea en la realización de inversiones, sea en la mejor negociación a fin de que se realicen las inversiones sin que se generen aumentos significativos en las tarifas de los servicios.

Sector Externo

En cada una de las crisis anteriores de la Argentina, el agotamiento del ajuste estructural derivado de las devaluaciones, provenía fundamentalmente del deterioro del sector externo a partir de déficits de balanza de pagos originados en el cese de ingreso de capitales que se origina a partir de la percepción de que los resultados negativos de cuenta corriente derivados del crecimiento de la economía no son sustentables intertemporalmente.
Esto se dio en llamar modelo de crecimiento “stop and go”. En la actualidad se observa un superávit de balanza de pagos derivado tanto de un superávit de cuenta corriente como de cuenta capital y financiera. Para este último agregado sería fundamental la repatriación de capitales.

Respecto a la cuenta corriente, en el siguiente gráfico se advierte claramente el cambio de signo luego del shock cambiario, pasando de un déficit trimestral promedio de u$s 2.258 mill. para los años 1995-2001 a un saldo positivo de u$s 1.653 mill. para el período 2002-2006, siendo este impulsado principalmente por el superávit de la balanza comercial.

La diferencia entre exportaciones e importaciones de bienes pasa de un déficit promedio anual de u$s 253 mill. en el período de convertibilidad a un superávit de u$s 3.435 mill. en el período post devaluación. Aquí jugaron un rol determinante la sustitución de importaciones y el buen desempeño exportador de nuestro país que ha logrado incrementar las ventas externas en un 75% en solo cinco años.

También han contribuido a este resultado las mejoras en las cuentas de comercio de servicios y rentas. En el primer caso debido tanto a una reducción considerable de los montos importados (25%) como a un incremento de las ventas al exterior (10%) producto del cambio de los precios relativos. Aquí es necesario remarcar que al igual que en el caso del comercio de bienes, la sustitución de importaciones ha jugado un rol determinante en la mejora de los saldos que no puede verse en toda su magnitud a través datos correspondientes a comercio exterior.

Por último es interesante destacar que a comienzos de 2005 cuando el saldo positivo de la cuenta corriente parecía agotarse, la cuenta rentas jugó un rol fundamental, al experimentar una mejora sustancial luego de la exitosa reestructuración de la deuda que se ha reflejado en una importante reducción de los intereses pagados.

Gráfico 8. Evolución de la Cuenta Corriente y sus Componentes1995-2006.

Fuente: IEFE en base a datos INDEC

El desafío a futuro en materia de sector externo radica en:

  • Continuar con el desendeudamiento externo a fin de reducir el peso de los intereses sobre la cuenta corriente y el balance pagos a fin de minimizar la probabilidad de contagio de crisis financieras internacionales.
  • Mejorar la inserción de la Argentina en el comercio de servicios, este tipo de transacciones son las más dinámicas de los últimos años e implican mejores salarios y diferenciaciones de producto que derivan finalmente en mejores condiciones de vida.

En este aspecto los resultados que se observen en el sector externo dependen de la competitividad precio de la economía, o en otras palabras del valor del dólar. Así, nos encontramos en este sector otra vez en el medio del dilema de sostener el dólar en torno los tres pesos intentando compatibilizar con el resto de los objetivos, fundamentalmente el mantenimiento del nivel de precios.

Finanzas Públicas

En relación al “stop and go”, citado en la sección anterior, bajo esta circunstancia rápidamente cuando la economía crecía se observaban deterioros tanto en el balance de pagos especialmente en su cuenta corriente (que como vimos en secciones anteriores lejos está de producirse) como en el resultado fiscal.

Al analizar el desempeño de las finanzas públicas, vemos como los ingresos crecieron un 59,8% en el período 2000-2006 mientras que los gastos lo hicieron a un ritmo menor, incrementándose en un 43,1% para el mismo período. Como resultado, se obtuvo un superávit fiscal anual que promedia el 2,6% del PBI para el período post devaluación que supera ampliamente el 0,7% correspondiente a los años previos bajo análisis.

Como se observa en el gráfico 9, el superávit, lejos de deteriorarse, pareciera haberse consolidado en un nivel superior al de la década previa, claramente esto dependerá de que la recaudación siga creciendo a paso firme como lo ha venido haciendo y de la prudencia respecto a la política de gasto del gobierno que ha mostrado la actual administración.

Gráfico 9. Evolución del Gasto, los ingresos y el resultado fiscal 1995-2006.

Fuente: IEFE en base a datos INDEC



A futuro, el desafío es el mantenimiento del excedente fiscal en épocas de crecimiento económico.



Una política fiscal anticíclica es fundamental para evitar sobre reacciones de la economía que traen aparejados niveles de volatilidad sobre las variables económicas que dificultan la toma de decisión.



En ese marco, la utilización del superávit fiscal en la conformación de un fondo anticrisis es un avance en la gestión del Estado, en función de que se evita generar mayores presiones sobre una oferta agregada que –dada la evolución de los precios- parece encontrarse cerca de su límite y al mismo tiempo asegurar gastos futuros en momentos de menor actividad económica, esto es fundamental en un esquema tributario que dada su estructura es eminentemente procíclico.

Esta propuesta se da en el marco de la alternativa de reducir el superávit del Estado y destinar este dinero a incrementar las transferencias a sectores que se encuentran en posición de pobreza y/o con restricción en sus niveles de consumo o simplemente incrementar los salarios de los empleados estatales (que como veremos más adelante han sido los menos dinámicos).



Esto es también una necesidad, ya que como vimos mayores mejoras en la distribución del ingreso es una cuenta pendiente.



Sin lugar a dudas que esto plantea un dilema para la administración, debido a que se corre el riesgo de que mayor cantidad de dinero volcado a la economía pueda presionar más sobre la inflación, pero al mismo tiempo si esto no se hace se está “castigando” a sectores de menor poder adquisitivo, en esta disputa se deberá realizar una evaluación cuidadosa en la cual se incrementen sueldos y transferencias del Estado sin que esto desate un espiral inflacionario.


Otro aspecto en el que el resto de la política económica interactúa con las finanzas públicas es en lo referido al valor del dólar. Evidentemente parte del desempeño de las cuentas fiscales está dado en la recaudación que proviene de impuestos al comercio internacional, y más precisamente de las retenciones a las exportaciones.



Este tributo -que tiene una participación de 9,5% en los ingresos nacionales totales del año 2006- se encuentra íntimamente vinculado con el valor del dólar. Así, sostener el tipo de cambio nominal en torno a los tres pesos es fundamental para que no mengüen los ingresos provenientes de esta vía, por tanto los resultados de las cuentas fiscales es otro de los argumentos que intervienen a la hora del manejo de la política cambiaria y que también participa de los dilemas que debe resolver la política económica.


La inflación tiene su papel también en el resultado fiscal. Aumentos del nivel de precios genera incremento de los retornos que debe abonar el Estado en los bonos ajustables por CER.



En materia de desafíos, por último, se debe prestar atención a la cuestión fiscal de las provincias. La excelente situación financiera de la Nación se origina en el crecimiento de tributos no coparticipables como el impuesto a los débitos y créditos bancarios o las retenciones.


Así, a pesar que la situación de conjunto de las provincias sigue siendo superavitaria, se deberá buscar una alternativa (por ejemplo incorporar parte de estos dos impuestos en la masa coparticipable) a fin de que todas las provincias puedan solventar sin los sobresaltos observados últimamente (por caso la Provincia de Buenos Aires) las erogaciones fundamentales en salud y educación que han sido transferidas paulatinamente a las provincias en los últimos veinte años.

Desocupación

En cuanto al desempleo, puede decirse que mucho se ha mejorado respecto a los niveles alcanzados durante la crisis, logrando una reducción de doce puntos respecto al pico de principios de 2002. Pero incluso se observan mejoras si comparamos los años previos al cambio de modelo, así, mientras que el promedio del período 1995-2001 fue de 15,6% para los años post devaluación el mismo se reduce a 14,1%.


Al mismo tiempo, no podemos pasar por alto la cuestión de los planes Jefes y Jefas de Hogar de hogar, ya que desde el año 2003 los beneficiarios de los mismos se contabilizan como ocupados, reduciéndose la tasa de de desempleo, este es un hecho que ha sido criticado, sin embargo aún cuando no consideremos a este grupo como ocupados, todavía nos encontraríamos por debajo de los mínimos registrados en el período previo ya que el recálculo que realiza el INDEC sin jefas y jefes arroja para el segundo semestre de 2006 un valor de desempleo que oscila entre 9,3% y 10,1% (La opción que arroja 9,3% deriva del recálculo de tasas básicas considerando como desocupados a los ocupados cuya ocupación principal proviene de un Plan Jefas/Jefes y que además buscan activamente trabajo; en tanto que el 10,1% corresponde al recálculo de tasas básicas considerando como desocupados a todos los ocupados cuya ocupación principal proviene de un Plan Jefas y Jefes de Hogar)



Esto es un avance pues se debe considerar que en el año 2003 el recálculo de la tasa de desocupación arrojaba valores en torno o superiores al 20%.

Gráfico 10. Evolución del Desempleo1995-2006.


Fuente: IEFE en base a datos INDEC
El corte que se realiza a partir del segundo semestre de 2003 corresponde al cambio de metodología de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)

Respecto a los retos que debe abordar este modelo en materia de actividad laboral, los mismos son básicamente la reducción del subempleo que aún se encuentra en torno al 10%, haciendo que el total de personas con problemas de trabajo se acerque al 20%.



En la crisis el total de personas con problemas de empleo giraba en torno al 40%: en mayo de 2002 la desocupación era de 21,5% y subocupación 18,6%; y en octubre de 2001 la desocupación era de 18,3% y subocupación 16,3%.

El trabajo a seguir en los próximos meses y años se debe concentrar no sólo en la generación de empleos sino en asegurar que se refuerce la tendencia al “blanqueo” del trabajo, en diciembre de 2006 se encuentran registrados un 23,3% (Basado en datos de la Encuesta de Indicadores Laborales del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la República Argentina) más de trabajadores que en diciembre de 2001, la importancia del trabajo registrado es que este no sólo confiere derechos laborales, jubilatorios y de salud a los trabajadores, sino que posibilita una mejor captación de los aumentos salariales.

Por ello es fundamental reforzar la tarea de blanqueo laboral para reducir la tasa de empleo no registrado que aún se encuentra en torno al 43%, proviniendo de valores que en el año 2003 se hallaban cercanos al 50%.

Pobreza

Al analizar la evolución de la pobreza, puede advertirse un deterioro paulatino a partir del año 1998 que marca el fin del auge y el comienzo de una larga crisis. Así hacia fines del año 2001 más de un tercio de la población se encontraba por debajo de la línea de pobreza.

Luego, a partir de los aumentos de precios correspondientes a toda devaluación, impactando sobre la canasta básica, los niveles de pobreza alcanzan su máximo histórico ubicándose en el segundo semestre de 2002 en torno al 54% de la población total.

Finalmente, con la reactivación de la actividad económica y una estabilización en menores niveles de inflación, se advierte el descenso de la pobreza llegando en el primer semestre de 2006 a un 29,4%.

Gráfico 11. Evolución de la Pobreza 1995-2006.
Los datos corresponden a los niveles de pobreza del Gran Buenos Aires, dado que antes de 2003 no se dispone de la información correspondiente a los niveles de pobreza para el total de aglomerados urbanos del país



Fuente: IEFE en base a datos INDEC
El corte que se realiza a partir del segundo semestre de 2003 corresponde al cambio de metodología de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH)

En el gráfico se advierte que la pobreza crece fuertemente a partir del primer semestre de 2002, sin lugar a dudas en esto se observa el efecto de la devaluación sobre el nivel de precios, que cuando se combina con problemas de empleo se llega a situaciones conflictivas como ser un nivel de pobreza del 54%. Sin embargo vemos que en el nuevo modelo cuando comienza a crecer la economía rápidamente responde a la baja la pobreza.

En el combate a la pobreza es fundamental la lucha contra la inflación, ya que, cada punto de aumento en los precios de la canasta básica implica aumentos en la línea de pobreza. La inflación fue fundamentalmente importante en los años 2002 y 2003 cuando los precios crecieron 25,9% y 13,4% respectivamente. El año 2004 mostró un valor significativamente bajo de 4,4%. En 2005 y 2006 a pesar de la consolidación de la recuperación la inflación se logró consolidar en torno al 10% (9,6 en 2005 y 9,8% en 2006).

En materia de ingresos se observa que los salarios en nivel general crecieron a la par que lo hicieron los precios: mientras los precios al consumidor aumentaron desde enero de 2002 un 87% los salarios lo hicieron un 88,4% (Datos basados en el Índice de Variación Salarial del INDEC).


Si bien debemos considerar que estos valores son producto de un crecimiento por encima de la inflación en los salarios del sector privado registrado y un crecimiento por debajo de la inflación en el sector público y en el sector privado no registrado. Por tanto la recuperación del salario real sigue siendo en muchos sectores una cuenta pendiente a solucionar.

Se advierten mejoras en los indicadores sociales, pero todavía queda mucho por hacer, sobre todo en términos de pobreza y consecuentemente de distribución del ingreso. Este es uno de los principales desafíos hacia el futuro.

Síntesis y Conclusiones

A modo de conclusión general se puede decir que la economía argentina ha mostrado síntomas de salud y fortaleza que en salidas de crisis anteriores no se observaron y que un par de años atrás no eran tan claros. El importante crecimiento de la economía acompañado por sendos superávits en el plano fiscal y externo permitiría pensar que la Argentina se encuentra inmersa en un sendo de crecimiento sostenible.


Por supuesto que cuando se abordan cuestiones particulares se encuentra que quedan cosas por resolver.

Hagamos un repaso de lo ocurrido a nivel particular:

  • El crecimiento del PBI ha sido sostenido, se han superado los máximos históricos, sin embargo resta alcanzar mejoras en términos per capita; y el consumo, principal motor de la economía argentina se ha recuperado satisfactoriamente y en términos agregados se encuentra en un máximo histórico que debe crecer aún más para mejorar el consumo por habitante. Pero la gran necesidad es incrementar el ingreso y consumo de los sectores más rezagados.

  • La inversión sumamente dinámica ha experimentado la más significativa de las salidas de crisis, quedando como desafío el aumento en importancia en el PBI y el fortalecimiento de un perfil productivo generador de mano de obra a fin de generar sostenibilidad del crecimiento y mejora de la competitividad sistémica.

  • En términos de actividad sectorial es destacable que la economía crezca no sólo en los sectores naturalmente beneficiados por una devaluación como son el agro y la industria, sino que también se muestre sumamente dinámico en los servicios, con crecimientos superiores a los observados en la convertibilidad cuando los sectores no transables eran los ganadores. A futuro la mejora de los servicios es fundamental para consolidar la competitividad sistémica del país y solucionar los cuellos de botella que se comenzaron a observar.

  • El sector externo ha sido exitoso fundamentalmente en un cambio en los valores de la cuenta corriente, y su desafío es continuar con el desendeudamiento a fin de reducir la dependencia externa y mejorar la inserción en el comercio de servicios.

  • El desempeño fiscal ha mostrado niveles de recaudación muy elevados, y esto ha sido acompañado por una gestión de los gastos austera que permitió niveles de superávit máximos. El desafío a futuro pasa por encontrar el equilibrio entre incrementar sueldos y transferencias del Estado y el fortalecimiento de un fondo anticrisis que permita “comprar” gastos futuros. Resolver este dilema implica recomponer ingresos sectoriales sin generar grandes presiones sobre una oferta que en la actualidad se encuentra cercana a su límite con lo que tienden a incrementarse los precios. El tema de las finanzas de las provincias es otro aspecto a resolver en el mediano y largo plazo.

  • En materia de indicadores sociales, la evolución de la desocupación ha sido correcta, el cambio de modelo posibilitó que el desempleo cayera a valores que no se observaban desde hace catorce años y que no se habían alcanzado siquiera en el máximo de actividad económica de 1998. Quedan cuestiones pendientes, y entre ellas la más destacable es trabajar en la reducción del subempleo y la precariedad del empleo.

  • La pobreza muestra mejoras respecto a los comienzos de la crisis, sin embargo, queda aún trabajo por realizar fundamentalmente en materia de mejorar la distribución del ingreso, y en ese sentido la lucha contra la inflación es fundamental lo mismo que la generación de empleos registrados.

El objetivo de esta nota ha sido realizar un relevamiento de diferentes indicadores, pero en función de esta metodología se corre el riesgo de dicotomizar dos aspectos que se encuentran intrínsecamente fusionados como son aspectos económicos y sociales, por ello a continuación intentaremos integrar estos conceptos y evaluar potenciales contradicciones a resolver en el futuro, así, estaremos intentando responder la última de las cuestiones planteadas en la introducción de este trabajo.

El presente modelo ha sido exitoso en la generación de dinámica en las variables económicas, y en gran medida esto respondió a la presencia de un tipo de cambio real depreciado, en la actualidad, la interacción precios salarios pueden minar la competitividad precio de la economía, este es un punto a solucionar, para lo cual es fundamental trabajar en la generación de medidas que prohíjen el incremento de la productividad total de los factores en la economía.

El valor del dólar también juega su papel en la recaudación tributaria. Considerando que aproximadamente el 10% de los ingresos provienen directamente de las exportaciones y que el resto de la estructura tributaria se encuentra intrínsecamente vinculada a la actividad económica y esta depende en gran medida de mantener depreciado el peso argentino, se puede aseverar que la salud fiscal depende en gran medida del mantenimiento del TCR en los niveles actuales.

Otro punto que puede resultar conflictivo es la presencia de superávit fiscales con niveles de pobreza elevados y bajos niveles salariales en el Estado. Sin embargo, se debe considerar que en este modelo y para un país con la historia de la Argentina, el superávit fiscal funciona como un reaseguro y es necesario configurar una política fiscal contracíclica que permita en períodos de recesión seguir sosteniendo un nivel de gastos que es eminentemente inflexible a la baja, sin tener que recurrir a sumas exacerbadas de deuda pública.

Se ha planteado que la dinámica de los precios responde en alguna medida a cuellos de botella en la oferta agregada. La única forma de solucionar estos problemas es a través de inversión. En este marco adquiere importancia los precios de los bienes de capital.

Los bienes de capital por ser en su mayoría bienes transables se encuentran determinados por el valor del dólar. De este modo, la inversión se encuentra “encarecida” y se encontraría en un nivel inferior al que sería óptimo para asegurar el crecimiento de la oferta. Por tanto, considerando que el valor del TCR debe ser alto y que al mismo tiempo se necesita de incrementar el stock de capital bajo la forma de equipo durable, serían precisas medidas activas y/o incentivos que favorezcan la inversión.

En función a lo planteado en los párrafos anteriores, sería deseable llevar a cabo políticas productivas activas que patrocinen la inversión orientada a la generación de empleos y su articulación con una política educativa. Esta es una combinación que permitiría recuperar la movilidad social ascendente en la Argentina, a la vez de resolver las incongruencias que pueda tener el modelo posibilitando el crecimiento a partir de la competitividad sistémica y relegando poco a poco el papel de la competitividad precio. Y así transformarse en forma concreta y definitiva en un modelo inclusivo que resulte la contracara de los noventa.


LA EDUCACIÓN ¿QUÉ ES?

El educar es el proceso en el cual el niño o el adulto convive con otro y al convivir con él se transforma espontáneamente, de manera que su modo de vivir se hace progresivamente más congruente con ese otro en el espacio de convivencia.

El educar ocurre, por lo tanto, todo el tiempo; de manera recíproca, como una transformación estructural contingente a una historia en el convivir de la comunidad donde se vive.

La educación como “sistema educacional” configura un mundo y los educandos confirman en su vivir el mundo que vivieron en su educación. Los educadores, a su vez, confirman el mundo que vivieron al ser educados en el educar.

Como vivamos, educaremos y conservaremos en el vivir el mundo que vivamos como educandos. Y educaremos a otros con nuestro vivir con ellos en el mundo que vivamos en el convivir.

La educación es un proceso continuo que dura toda la vida y que hace de la comunidad donde vivimos un mundo espontáneamente conservador en lo que al educar se refiere. Esto no significa -por supuesto- que el mundo del educar no cambie, pero sí, que la educación como sistema de formación del niño y del adulto, tiene efectos de larga duración que no se cambian fácilmente.

Hay dos épocas o períodos cruciales en la historia de toda persona que tienen consecuencias fundamentales para el tipo de comunidad que ellos traen consigo en su vivir. Estos son la infancia y la juventud.En la infancia, el niño vive el mundo en que se funda su posibilidad de convertirse en un ser capaz de aceptar y respetar al otro desde la aceptación y respeto de sí mismo.

En la juventud se prueba la validez de ese mundo de convivencia en la aceptación y respeto por el otro desde la aceptación y respeto por sí mismo en el comienzo de una vida adulta social e individualmente responsable.

No existe, en consecuencia, la falta de educación; el convivir cotidiano en sociedad educa por acción o por omisión. Por ello nuestra responsabilidad política parte de hacernos la pregunta y reflexionar acerca de:
  • ¿Qué mundo queremos?
  • ¿Para qué queremos educar?
  • ¿Qué país queremos?
  • ¿Qué sociedad queremos?

Queremos un mundo en el que nuestros hijos crezcan como personas que se aceptan y respetan a si mismas, aceptando y respetando a otros en un espacio de convivencia.

Del libro "Emociones y Lenguaje en Educación y Política" de Humberto Maturana

UN LUGAR PARA VIVIR. RECUPERAR LOS ESPACIOS COMUNES

Al mismo tiempo que en Godoy Cruz (Mendoza) discutíamos este aporte, apareció una publicidad inmobiliaria que postulaba “un lugar para vivir”, acordamos que la consigna quedaba –entonces- absorbida por este slogan comercial.

Esto ocurrió en enero.

Casi tres meses después me llega la recomendación de visitar una página en Internet (que a mi vez también recomiendo a todos visitar) http://caballitolate.com.ar/ en donde se plantea: “Buenos Aires un lugar para vivir”

Visto entonces que “tener un lugar para vivir” más que para habitar, es una preocupación generalizada, volví sobre el tema y su título. Y lo pongo ahora como tema factible de discusión.

Mendoza, Marzo de 2007
Norberto Rossell

De todos los modos posibles de explicar la acción del vivir, elegimos aquella que lo entiende no sólo como un acto biológico, sino que también entiende que lo social (lo relacional) es parte esencial del vivir.

El vivir, en consecuencia, supone conductas a través de las cuales “el otro” aparece con legitimidad en la coexistencia como “uno”, en circunstancias en que ese “otro” puede ser “uno mismo”

De acuerdo con esto, no es sólo un asunto de aceptar esta coexistencia, sino de que la propia conducta sea coherente con esta aceptación, aún en el desacuerdo, (Definición tomada de Humberto Maturana – Biólogo chileno)

Para graficar: en un colectivo todos los pasajeros aceptamos la coexistencia con el resto de los pasajeros, sin embargo negamos su presencia abstrayéndonos de ella, al punto de no tener conciencia de las molestias que provocamos con nuestros movimientos y conductas.

En el centro de esta concepción del vivir está, entonces, el hecho relacional y construimos el lenguaje como medio en el que se realiza esa relación a través de la asignación de sentido a las conductas.

En orden con lo planteado y en el plano de nuestro interés concreto:“Un lugar para VIVIR” encontramos, como tarea introductoria necesaria, poner el foco en el lenguaje que como dijimos da sentido a nuestras conductas y en él construimos las relaciones.

El Liberalismo no es sólo un modelo económico, es un modo de vivir que impuso sus significados y sentidos a través del lenguaje.Es muy difícil que podamos expresar cosas distintas con los mismos significados.

En consecuencia la tarea de reflexión previa es la resignificación (dar nuevo sentido) o recuperar el sentido de algunos términos.Veamos que se cambió:
  • Se cambió común por público.
  • Se cambió particular o personal por privado.
  • Se cambió usuario por cliente.
  • Se cambió pueblo por gente.
  • Se cambió Nación por República.
  • Se cambió Riqueza por Capital.
  • Se cambió Educación por Erudición (=acumulación de información). El objeto mejor educado de nuestra sociedad es la computadora que puede acumular información al infinito.
  • Se cambió Política (Buena conducta de los hombres, cortesía y buen modo de portarse. Gobierno de la República – Diccionario año 1737) por Política (Actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Arte, doctrina u opinión referente al Gobierno – Diccionario actual)
  • Dejo la lista abierta…

Desde el interés planteado en el título me interesa poner el foco en la diferencia público/privado a la que es tan afecta el liberalismo, tanto político como económico.

Si acordamos con la definición de vivir que transcribimos al principio, debemos concluir que esta conceptualización es ajena al humanismo sea laico o religioso, ya que se constituye en una negación de las relaciones humanas.Despersonaliza los términos, lo público es lo masivo sin rostro, es la negación del “otro” lo privado es una transmutación de lo personal y particular.

En realidad el concepto “público” es una abstracción de “lo común” concepto que no es posible entender en su totalidad sin tener en cuenta que la palabra común hace alusión a la participación de otras personas concretas con nombre y apellido.

Para graficar: en el consorcio de un edificio a nadie se le ocurre hablar de “espacio público” para referirse a pasillos y escaleras, sino que se habla de espacios comunes, sobreentendiendo la existencia de los propietarios del resto de los espacios.

Nos encontramos acá con un problema grave ya que en la definición de lo público entra el Estado, el Territorio, el Ambiente, La Política, etc.

Naturalmente –ya que en lo público no hay vida según la definimos, no hay relaciones- vamos abandonando estos espacios, sólo los utilizamos para transitar, no para vivir en ellos.

Pero por el principio que determina que los espacios sociales no permanecen vacíos, el espacio público es ocupado por la marginalidad, la delincuencia y la corrupción.Las consecuencias las sufrimos todos.

En lo territorial, “El Barrio” que era nuestro espacio común (prolongación de nuestra vivienda, como en el consorcio) perdió su identidad para fundirse en una categoría geopolítica más amplia: El distrito.

El barrio que era parte de lo común y cotidiano, que generaba pertenencia, pasó a ser parte de lo público.

Con el otro término de la diferencia, lo privado, ocurre lo mismo, lo privado no implica nombre o condición humana.Muchas veces nos preguntamos por qué resulta tan fácil, a veces, dañar la propiedad individual o porque el problema de la inseguridad no encuentra solución aceptable, probablemente acá encontremos una razón.

Seguramente podemos plantearnos que esta realidad no puede ser modificada porque es resultado de la evolución urbanística, social, económica, tecnológica, etc. Contra estos argumentos planteamos que siempre es posible construir una realidad mejor, a condición de reflexionar sobre aquello que sabemos y nos consta que está mal y buscar una alternativa mejor.

De los últimos párrafos surge como imperativo la segunda parte del título “Recuperar los espacios Comunes”, a saber entre otros:

  • La Política.
  • La administración del estado.
  • La disposición de los recursos económicos y sociales.
  • El ambiente.
  • El territorio.
  • La Cultura.

Desde estas consideraciones planteamos que un primer paso para recuperar los espacios a partir de las conductas que reclamamos como definición del vivir, es la reivindicación y construcción de la participación y la organización.

Sin entrar en profundidad en estos dos grandes temas, mencionamos una diferencia importante en lo que constituyen paradigmas de acción:

  • El modelo liberal: Prioriza lo formal (las estructuras) y el poder económico.
  • El modelo Nacional: Prioriza las causas internas (las reivindicaciones del pueblo) y los liderazgos (la conducción)

En función de esto una propuesta para discutir y profundizar debería tener en cuenta como objetivo de la acción “Encontrar las causas y construir los liderazgos”.

En este sentido y siendo también un gran tema de discusión adelanto mi opinión con relación a la receptividad o poder movilizatorio de estas ideas.

Es para mi un error de observación plantearse que no hay movilización.Lo que ocurre es que los motivos y las reivindicaciones no se perciben (no pueden verse) desde la lógica de la política partidaria que espera que el pueblo se movilice detrás de candidaturas.La movilización se está dando en términos ajenos a esta lógica y en temas concretos y espacios también específicos:
Medio ambiente, Justicia, Seguridad, Trabajo,Producción.

Los movilizados no vinculan estos temas con la política partidaria sino con el Gobierno al que reclaman soluciones y este es precisamente el contenido Político de la movilización.

Si no hubiera movilización el término “piquete” no se habría incorporado a nuestro lenguaje cotidiano (“…te hago un piquete” por hacer un reclamo con fuerza, o “piquetero” como sinónimo de rebelde o cuestionador, etc. –

Hoy por hoy el mayor piquetero –en los términos aquí planteados- es Kirchner)

BARRIOS CERRADOS Y SEGREGACIÓN SOCIAL URBANA

Extractado de SCRIPTA NOVA - Revista Electrónica de Geografía y Ciencia Sociales - Barcelona - 1/8/2003.

Sonia Roitman
University College London, Reino Unido

La aparición de barrios cerrados constituye un fenómeno urbano que ha tomado gran relevancia en las últimas décadas en diversos países. Tal es el caso de los países de América Latina, donde estos nuevos emprendimientos se encuentran muy relacionados con un proceso de polarización social que se torna cada vez más evidente.

El origen de los barrios cerrados está asociado a diversas causas, siendo la violencia y la inseguridad urbana las más importantes en la actualidad. Sin embargo, para lograr una visión más acabada de este fenómeno es importante considerar no sólo las causas que dieron origen a estos emprendimientos urbanos, sino también las consecuencias, principalmente en términos del tejido social y del proceso de segregación social urbana que está implícito en su desarrollo.

El presente trabajo busca echar luz sobre las características que distinguen a los barrios cerrados como fenómeno residencial emergente para los sectores medios-altos y altos de la sociedad. Asimismo, se los analiza dentro del marco del proceso de segregación y fragmentación de la ciudad.

Finalmente, se analiza lo ocurrido en Argentina, específicamente en el Área Metropolitana de Mendoza, donde los barrios cerrados se han multiplicado en los últimos años dando respuesta a una demanda de mayor seguridad por parte de grupos sociales medios y medio-altos.

Conceptualización de los barrios cerrados

Los barrios cerrados[1] son áreas residenciales cerradas por muros y barreras que cuentan con vigilancia las 24 horas del día. Los dispositivos de seguridad impiden el libre acceso a ellos por parte de los no residentes. Estos nuevos emprendimientos urbanos han sido diseñados con la intención de proveer seguridad a sus residentes y prevenir la entrada de personas desconocidas a los mismos. La privatización del espacio urbano, anteriormente público, es lo que los distingue como nuevo fenómeno residencial urbano. Esta privatización se encuentra avalada por legislación ad-hoc.

La mayoría de ellos está situada en las áreas suburbanas, donde hay tierra disponible para la realización de este tipo de emprendimientos. Esto ha generado un importante cambio en los patrones de uso del suelo urbano, ya que anteriormente eran los barrios construidos con subsidios estatales, destinados a los grupos sociales de menores ingresos, los que se ubicaban en la periferia de la ciudad.

Por otra parte, los barrios cerrados generalmente se encuentran ubicados cerca de vías rápidas de circulación para facilitar el desplazamiento desde el lugar de residencia hacia las áreas centrales de la ciudad donde se desarrollan las actividades cotidianas. Asimismo, al estar localizados en zonas periféricas de la ciudad, en muchas ocasiones, los barrios cerrados se encuentran cerca de villas inestables, lo que hace que los contrastes sociales se tornen más evidentes.

Los barrios cerrados no están dirigidos hacia un grupo socioeconómico homogéneo. Sin embargo, en el caso de los países latinoamericanos, generalmente sus residentes pertenecen a los sectores sociales medio-altos y altos y, finalmente, se trata de ambientes bastante homogéneos.

Por otra parte, los barrios cerrados tampoco constituyen un producto homogéneo. La primera gran división que debe realizarse es la que distingue los barrios cerrados, de los countries o clubes de campo y de las chacras. Los primeros son urbanizaciones cerradas, de tamaño variable, cuyo principal rasgo es la vigilancia y seguridad permanente. En algunos casos, pueden existir dependencias de uso colectivo, tales como club-house o instalaciones deportivas (gimnasio, piscina y canchas de tenis), pero ellas no constituyen el elemento esencial de estos conjuntos.

Los clubes de campo se caracterizan, por el contrario, por las destacadas instalaciones deportivas que poseen, convirtiéndose las actividades deportivas (principalmente polo y golf) en un eje esencial de la vida del barrio. En estos casos, el ingreso al barrio y la posibilidad de residir en él no es tan sencillo, ya que debe contarse con la membresía y la aceptación de los demás socios. Además, las expensas y cuotas sociales que deben abonarse hacen que la residencia en estos complejos urbanos sea más costosa en términos financieros que en un barrio privado.

Por último, las chacras son una nueva modalidad relacionada con un estilo de vida menos urbano, en donde se busca tener mayor contacto con la naturaleza y, en consecuencia, los terrenos son lo suficientemente amplios como para poder realizar pequeños cultivos en su interior.

Respecto al tamaño de los lotes, los barrios cerrados difieren en gran medida: aquellos destinados a los sectores medios y medio-altos cuentan con lotes amplios, pero sólo los destinados a los sectores más altos de la sociedad poseen lotes de grandes dimensiones que les permiten diferenciarse de un barrio no cerrado. Sólo en estos últimos puede lograrse un mayor contacto con la naturaleza[2].

Las murallas y los dispositivos de seguridad actúan como símbolos de status y distinción. Según algunos autores, cuanto más segura y cerrada es la propiedad, más alto es el status de la familia que la habita (Caldeira, 2000). Algunas personas deciden vivir en un barrio cerrado porque buscan tener relaciones más cercanas con gente perteneciente al mismo grupo socioeconómico y, además, buscan evitar la heterogeneidad social que suele darse en los barrios "no cerrados", como así también, todo contacto con situaciones de pobreza y extrema miseria, tan usuales actualmente en Latinoamérica.

Los barrios cerrados constituyen un verdadero proyecto inmobiliario de alta rentabilidad. La mayoría es impulsada, dentro del sector privado, por desarrolladores urbanos, quienes normalmente llevan adelante diversos proyectos en diferentes localizaciones dentro de la ciudad destinados a distintos grupos socioeconómicos.

Estos nuevos proyectos residenciales privatizan el espacio público al impedir que las calles y lugares de recreación sean usados libremente por todo aquel que lo desee. Asimismo, los servicios y las regulaciones públicas son reemplazados por servicios brindados por parte de empresas privadas y por reglamentaciones privadas que surgen del accionar de las asociaciones de propietarios o residentes de estos barrios cerrados.

En este sentido, se trata de un nuevo estilo de gobernabilidad y de nuevas formas de control de la vida cotidiana, emanados no ya desde el Estado, sino desde los mismos individuos. Según Lang y Danielsen (1997), una de las paradojas de los barrios cerrados es que ellos promueven no sólo la desregulación por parte del Estado sino que, por otra parte, impulsan la hiperregulación dentro de los límites del barrio. Esto último genera algunos problemas internos en cuanto las reglas no sólo se refieren al diseño de las viviendas y al entorno, sino también al comportamiento individual y social esperado dentro del barrio. Por otra parte, el control sobre el cumplimiento de normas de convivencia y edificación se ve reforzado en algunos casos mediante la creación de tribunales de faltas, conformados por los mismos residentes, que sancionan las infracciones cometidas.

¿Qué es lo nuevo de los barrios cerrados?

Ya hemos mencionado que los barrios cerrados constituyen un nuevo fenómeno urbano. En este sentido, es útil identificar cuáles son los elementos más importantes que los distinguen respecto a otro tipo de emprendimiento residencial. Sus principales rasgos son los siguientes:
  • se encuentran rodeados o cercados por muros, puertas y rejas que son barreras físicas;
  • el acceso a ellos es restricto, impidiendo la entrada de los "no-queridos" (lo que es avalado por la legislación ad-hoc) lo cual hace la segregación social urbana más evidente y visible;
  • generalmente están ubicados muy próximos a barrios pobres e incluso villas inestables, por lo que las diferencias sociales y la inequidad social se hacen evidentes;
  • sus habitantes buscan homogeneidad social y un estilo de vida determinado;- constituyen una solución para algunas familias en relación a la inseguridad urbana y la delincuencia; y- privatizan el espacio público.
Causas de la aparición de barrios cerrados

Distintos autores han estudiado las diversas causas del surgimiento de los barrios cerrados en todo el mundo. Entre las principales pueden citarse las siguientes: el aumento de la inseguridad y la violencia urbana y la incapacidad del Estado para asegurar ciertos servicios considerados básicos, como es la seguridad ciudadana; la progresiva desaparición en la ciudad del sentimiento de comunidad; el aumento de la desigualdad social y el acrecentamiento de la brecha entre pobres y ricos, sumado al deseo de lograr status y cierta homogeneidad social por parte de algunos grupos sociales; el deseo de mayor contacto con la naturaleza o de un "estilo de vida diferente" y el impulso, por parte de los desarrolladores urbanos, de una nueva "moda" urbana, influenciada por el "American way of life".

La razón principal por la que han surgido los barrios cerrados es, según diferentes investigadores (Blakely y Zinder, 1997; Caldeira, 2000; Low 2000; Landman, 2000; Carvalho, 1997; Svampa, 2001), el aumento del crimen, el miedo a la violencia y el sentimiento de vulnerabilidad respecto a este problema social. En el caso de Argentina, es evidente que en los últimos años, el "boom" de este tipo de emprendimientos urbanos ha estado totalmente determinado por el aumento de la violencia y la inseguridad urbana.[3]

La privatización de la seguridad es un nuevo elemento en las ciudades (Caldeira, 2000), relacionada no sólo con la aparición de barrios cerrados, sino con la contratación de seguridad privada en bancos, negocios, shopping centers y áreas residenciales. La proliferación de agencias de seguridad en los últimos años muestra que se trata de una actividad no sólo altamente demandada, sino a su vez rentable. Asimismo, la privatización de la seguridad aparece como una respuesta al fracaso del Estado en la provisión de este servicio, cuestionando y desafiando el monopolio del uso legítimo de la fuerza que el Estado poseía anteriormente.

Sin embargo, es necesario mencionar también que la seguridad de los barrios cerrados ha sido violada en varias ocasiones, por lo que se trata más bien de otorgar cierta sensación de seguridad y protección, más que de la efectividad de la seguridad que se brinda. Por otra parte, aún cuando el acceso a los barrios cerrados es más dificultoso y supone el traspaso de mayores dispositivos de seguridad, también estos se convierten en un objeto muy preciado para los delincuentes al concentrar artículos de valor en sus viviendas, sumado al hecho de que una vez traspasado el muro exterior del barrio los dispositivos de seguridad no son complicados e incluso las medidas de seguridad son mínimas (frecuentemente los automóviles tienen las llaves puestas y las viviendas tienen puertas y ventanas abiertas).

Respecto a la pérdida del sentimiento de comunidad en las ciudades, mencionado anteriormente como otra causa, éste se refiere a redes y relaciones sociales desarrolladas en un área geográfica reducida, tal como lo es un barrio. La pérdida de este sentimiento se verifica en el hecho de que las relaciones de vecindad resultan más débiles en la ciudad abierta y las necesidades sociales son satisfechas fuera del grupo local. En este sentido, los desarrolladores urbanos han identificado este problema y han realizado un esfuerzo por enfatizar la posibilidad de lograr relaciones de vecindad más cercanas en los barrios cerrados (Wilson-Doenges, 2000). Estos nuevos emprendimientos urbanos pretenden ser asociados con lo que fue hace algunas décadas atrás el barrio y la vida social y las actividades que en él podían desarrollarse[4].

Sin embargo, según algunos investigadores, el desarrollo de un mayor sentimiento de comunidad no parece ser un valor prioritario para decidir residir en un barrio privado (Blakely y Snyder, 1997). Una posición intermedia respecto a este tema está dada por aquellos autores que reconocen que los barrios cerrados tienen una importante función socializadora (Svampa, 2001), aún cuando no en todos los casos sus residentes estrechan vínculos sociales y afectivos hacia el interior del barrio por el hecho de residir en el mismo lugar, ni realizan actividades sociales comunes[5].

Por otra parte, la desigualdad social e inequidad han sido características de casi todas las sociedades occidentales. Sin embargo, en los últimos años ellas han aumentado drásticamente y se han hecho más evidentes, principalmente en los países en desarrollo, debido a la implementación de políticas neoliberales, cambios en la estructura laboral y el retiro del Estado de sus antiguas funciones relacionadas con educación, salud, vivienda y empleo y las privatizaciones de sus empresas. El tejido social se ha visto no sólo dividido, sino que tiende a una cierta polarización. La brecha entre los ingresos percibidos por los más ricos y los más pobres se acrecienta cada vez más. Los ricos buscan evitar el contacto con la pobreza y así, frecuentemente, se recluyen en barrios cerrados (Thuillier, 2000).

En esta tendencia a la polarización y la división social entre "ganadores" y "perdedores", las clases medias, que en Argentina supieron tener el mayor peso relativo dentro de la estructura social, se debaten ahora entre el polo "de arriba" o el "de abajo". En general, este grupo socioeconómico ha sufrido un progresivo empobrecimiento que lo ha hecho dirigirse hacia el polo inferior de la escala social, tal como lo verifican numerosos estudios (Svampa, 2001; Beccaria, 1993). Sólo algunos "privilegiados" de las clases medias, en su mayoría profesionales y trabajadores del sector privado en cargos gerenciales, han logrado acercarse al polo superior.
Para estos grupos de clase media alta, vivir en un barrio cerrado significa lograr mayor status y la posibilidad de estar en contacto con "aquellos a los que se quiere parecer" (Svampa, 2001) y de lograr cierta homogeneidad social dentro del barrio (Low, 2000).

Otra de las causas de la aparición de barrios cerrados se basa en la búsqueda de un nuevo estilo de vida en contacto más cercano con la naturaleza y donde se escape a los peligros de la ciudad abierta. En este sentido, los residentes en los barrios cerrados valoran el hecho de que los niños pueden tener el mismo estilo de vida de barrio que existía hace unos años en la "ciudad abierta", consistente en jugar en la calle con amigos y andar en bicicleta sin temor a ser asaltados. Según otros investigadores, se trata de un estilo de vida más hedonista (Prévot Schapira, 2000) o simplemente de la importación de un estilo de vida propio de la cultura estadounidense: el "American way of " (Thuillier, 2000; Coy y Pöhler, 2002).

Finalmente, como se mencionó anteriormente, los barrios cerrados aparecen también como una "moda" impulsada por los desarrolladores urbanos, guiados por la lógica del mercado y la obtención de mayores beneficios económicos. Por el lado de la demanda se trata también de una inversión inmobiliaria para algunas familias, aún cuando éste no sea el motivo principal de la adquisición de una vivienda en un barrio cerrado.

Este nuevo tipo de emprendimiento urbano representa una solución para cierto grupo social que tiene ingresos altos y exige mayor seguridad y cuya demanda habitacional no se encontraba anteriormente satisfecha. Asimismo, los countries constituyen un producto muy conveniente para aquellos que buscan instalaciones que posibiliten la realización de actividades sociales y deportivas sin salir de los límites del barrio.

Consecuencias sociales y espaciales de los barrios cerrados
Siendo los barrios cerrados un nuevo fenómeno urbano, resulta importante considerar no sólo las causas de su surgimiento, sino también las consecuencias de los mismos en el espacio urbano y en el tejido social.

En lo que respecta al espacio urbano, las principales consecuencias se refieren a la fragmentación del espacio urbano producido, en donde los barrios son fácilmente identificables a partir de la existencia de elementos que marcan claramente los límites de estos barrios: barreras, murallas, cercos de alambre y garitas de seguridad, entre otros.

La privatización del espacio público y su apropiación es uno de los efectos más importantes de los barrios cerrados (Thuillier, 2000; Caldeira, 2000). Ella significa no sólo la apropiación de unos pocos de algo que fuera anteriormente de todos (calles, veredas, plazas), impidiendo el libre acceso a ellos, sino además, la pérdida de significación social de los espacios públicos y el desprecio de todo lo que es público en la ciudad abierta (Caldeira, 2000). Por otra parte, en muchas ocasiones, se localizan en tierra con alta capacidad agrícola, que sin embargo es destinada a la actividad inmobiliaria por ser esta última más rentable para los desarrolladores urbanos.

En contraposición, una consecuencia positiva de la instalación de barrio privados en la periferia de las ciudades es que ellos facilitan la instalación de infraestructura y servicios básicos en la zona circundante. Por otra parte, frecuentemente su localización produce un aumento en el valor del suelo y de las residencias de la zona y, además, impulsan la actividad comercial del área que los rodea.

La creación de empleos que implica este tipo de emprendimientos (jardineros, guardias y servicio doméstico, entre otros) como así también el impulso a la industria de la construcción, la cual tiene grandes efectos multiplicadores en la economía nacional, son consecuencias positivas de los barrios cerrados en la esfera social.

En términos generales, los barrios cerrados benefician a sus residentes brindándoles mayor seguridad y privacidad; a los desarrolladores urbanos, quienes obtienen importantes ganancias económicas; y a aquellos para los que los barrios cerrados constituyen una fuente laboral. Pero, como ya se ha mencionado, perjudican a los ciudadanos en general, privatizando el espacio público, y a los agricultores que desarrollaban actividades en esa zona. Asimismo, constituyen una solución individual a un problema social, sin actuar sobre sus causas, sino sobre sus efectos.
El análisis de los efectos de los barrios cerrados realizados por varios investigadores ha puesto en evidencia que estos no brindan total seguridad, no se desarrolla ningún sentimiento de comunidad, tal como es promovido por algunos desarrolladores urbanos, ni hay importantes cambios en el estilo de vida de sus residentes. Según han demostrado Blakely y Snyder (1997), las barreras no proporcionan mayor seguridad y no se ha producido una disminución de la tasa de delincuencia a partir del surgimiento de barrios cerrados. Sin embargo, sí se ha verificado un menor sentimiento de inseguridad por parte de los habitantes de estos nuevos emprendimientos urbanos. De esta forma, "la seguridad es un sentimiento y no un hecho"[6]. En consecuencia, los residentes admiten que si se vieran en la necesidad de cambiar su lugar de residencia, volverían a elegir un barrio cerrado, aún cuando el tema de la seguridad no haya sido una de las razones para haber tomado anteriormente la decisión de residir en uno de ellos (Low; Blakely y Snyder; Lang y Danielsen). Por otra parte, Blakely y Snyder concluyen de sus investigaciones sobre lo que ocurre en Estados Unidos que el sentimiento de comunidad de los habitantes de un barrio privado era similar al de los habitantes de un barrio no privado, sin existir diferencias por el hecho de vivir cercados.

Entre sus efectos sociales más negativos se encuentra el tema de la segregación social que ellos generan al constituir enclaves exclusivos que se aíslan de la ciudad y transforman barreras físicas en barreras sociales. Las puertas, barreras y dispositivos de seguridad refuerzan la segregación social urbana y establecen claramente la división entre "los de adentro" y "los de afuera". Este es el efecto más importante en el tejido social. Además, tiene implícito un cierto sentimiento de intolerancia (Caldeira, 2000) hacia la ciudad abierta y los problemas sociales que se dan en ella. Entonces, si bien los barrios cerrados son un caso extremo de segregación social urbana, donde las diferencias sociales entre el afuera y el adentro no pueden obviarse, cabe preguntarse ¿en qué medida ellos también refuerzan esta segregación al no tener vinculaciones con las áreas circundantes? Y, en este sentido, ¿hasta qué punto los barrios cerrados pueden aislarse por completo de la ciudad abierta? Y, por lo tanto, ¿en qué medida estos conjuntos residenciales pueden ser autosuficientes?

Asimismo, los barrios cerrados tienen grandes efectos en la vida de sus habitantes, pero principalmente en el caso de los niños que son criados dentro de ellos. Por un lado, los niños desarrollan una percepción muy fuerte entre "los de afuera" y "los de adentro" y las diferencias sociales implícitas en esta división (Lang y Danielsen, 1997). Por otra parte, en ocasiones se les hace difícil entender otras realidades sociales diferentes a las propias, ya que tienen escaso contacto con ellas. Además, los niños que pasan mucho tiempo dentro de los límites del barrio llegan a desarrollar una suerte de agorafobia, resultándoles imposible transitar por la ciudad abierta (Svampa, 2001).

Dentro del barrio privado, al tener mayor seguridad, los niños tienen más libertad para jugar en la calle, sin preocupar a sus padres. Sin embargo, muchos desarrollan trastornos de conducta como consecuencia de cierta falta de límites, llegando a casos extremos de vandalismo infantil (Svampa, 2001). La supuesta inexistencia de peligros dentro de los límites del barrio lleva en algunos casos a un alto grado de desentendimiento por parte de algunos padres de las actividades recreativas de sus hijos y a un debilitamiento del control sobre los niños. En ocasiones, son los propios guardias de seguridad quienes deben hacerse cargo del cuidado de los niños y del control del cumplimiento de normas básicas como lo son las velocidades en los que circulan los niños en automóviles o cuatriciclos.

En cuanto a las relaciones sociales existentes dentro del barrio, estas varían en gran medida. En algunos casos, se forman grupos de amigos (en todos los grupos etáreos) y en otros las relaciones son sólo superficiales y los amigos se encuentran fuera del barrio privado. Pero la segregación social se hace más evidente en la medida en que los residentes de los barrios cerrados tienen escasa o nula relación con los vecinos de los barrios de los alrededores.

El proceso de segregación social urbana

La desigualdad social, referida a la existencia de profundas e injustas diferencias entre los distintos grupos socioeconómicos en cuanto al acceso a recursos y oportunidades, es una de las características de las sociedades capitalistas. Ella conduce a una situación de fragmentación social, entendida como divisiones en el tejido social y el debilitamiento e incluso desaparición de lazos sociales entre los diversos grupos socioeconómicos, como así también una escasa movilidad social.

La segregación residencial es uno de los resultados de este proceso de fragmentación social urbana. Según Marcuse y van Kempen (2000), las divisiones entre los diferentes barrios, estando cada uno de ellos más aislado de sus alrededores, y la tendencia a que cada barrio satisfaga sus necesidades cotidianas dentro de sus propios límites, son dos de las características que exhiben hoy las ciudades.

Sin embargo, el fenómeno de la segregación no es nuevo; por el contrario, ella es inherente a la historia de las ciudades. La segregación social urbana puede entenderse como la separación espacial de los diferentes grupos sociales en una ciudad o un área geográfica de acuerdo a diferencias étnicas, religiosas, de ingresos, etc. De esta forma, es posible visualizar en una ciudad los diferentes barrios donde cada grupo social tiene su propio espacio determinado. En el caso de la segregación basada en diferencias de ingresos, las relaciones de poder y subordinación se tornan evidentes. Los grupos de altos ingresos tienen la posibilidad de elegir su localización residencial, mientras los grupos más empobrecidos son segregados en las zonas más desfavorecidas.

Los barrios cerrados constituyen un caso extremo de segregación social urbana, al ser ésta explícita y evidente. Los dispositivos de seguridad se convierten no sólo en barreras físicas, sino también sociales, estableciendo claramente los límites y las diferencias existentes en el tejido social. En este sentido, lo nuevo de la segregación social urbana es su intensidad, visibilidad y explicitud.

Causas y consecuencias de la segregación social

Los cambios ocurridos en la economía y en la estructura ocupacional han llevado a modificaciones en la estructura social, manifestándose estas últimas en la estructura espacial de la ciudad. Como ya se mencionó, la segregación es resultado de la desigualdad social existente en las ciudades. Ella no sólo está basada en diferencias de ingresos, sino también en diferencias culturales, religiosas, étnicas o educativas, que llevan a diferentes estilos de vida.

En este sentido, un punto interesante para considerar y debatir es hasta qué punto la segregación es un fenómeno voluntario. Es decir, en el caso de las personas que residen en un barrio cerrado, se trata de una autosegregación en la medida en que ellos son los que deciden segregarse (aun cuando argumenten que no es lo que quisieran y que no querrían estar encerrados). Así, las elecciones, expectativas y ambiciones de los individuos llevan a un proceso de segregación voluntario. O, por el contrario, podría considerarse que son los residentes en barrios cerrados los que segregan al resto de la población excluyéndola de los beneficios que ellos poseen. Así, parecería que la pregunta que cabe formular es: ¿quién segrega a quién?

Por otra parte, el Estado también contribuye a fomentar este proceso de segregación mediante la permisión del desarrollo de este tipo de emprendimientos privados y mediante la legislación vigente. Asimismo, el no satisfacer la demanda ciudadana de seguridad en la ciudad, lleva a que aquellos "privilegiados" que pueden satisfacer esta necesidad por sus propios medios (contratación de seguridad privada o residencia en un barrio cerrado con seguridad las 24 horas) lo hagan, aún cuando sea una solución individualista que no modifica las causas del problema.

Por lo tanto, el proceso de segregación social urbana se ve ocasionado no sólo por causas estructurales (aumento de la desigualdad social, aumento de la pobreza y la violencia urbana, escasa acción estatal para disminuir los hechos delictivos, etc.) sino también por causas relativas a los actores sociales, quienes toman la decisión de segregarse en un barrio privado (o de segregar a los demás). Debido a esto, muchos autores señalan que los barrios cerrados constituyen un tipo especial de segregación: la autosegregación (Carvalho; Prévôt Schapira; Svampa; Coy y Pöhler). En este sentido, si bien los barrios cerrados son una consecuencia extrema del proceso de segregación urbana, es necesario preguntarse si a su vez son ellos mismos los que generan mayor segregación al hacerla más evidente a partir de las barreras y dispositivos de seguridad que impiden el libre acceso y explicitan las diferencias sociales.
Aún cuando algunos investigadores opinan que la segregación puede tener efectos positivos al reforzar lazos sociales y de pertenencia dentro de un grupo (Boal, 2001), las consecuencias negativas de este fenómeno son más evidentes y más peligrosas en términos de la trama social.

La segregación endurece las diferencias y divisiones sociales. El aislamiento social, geográfico y económico reduce las oportunidades laborales y aumenta la vulnerabilidad social. No sólo se trata de una separación o aislamiento de otros miembros y grupos de la sociedad, sino también de recursos y servicios (empleos, servicios sociales, infraestructura, etc.) y en este sentido, la segregación espacial puede conducir a la exclusión social.

Los barrios cerrados en el área metropolitana de Mendoza

Argentina era un país que se caracterizaba por poseer una fuerte clase media con un elevado nivel educativo y con la posibilidad de cierta movilidad social ascendente. Sin embargo, las últimas décadas han demostrado la desaparición de este modelo social y la tendencia hacia una suerte de polarización social (aún cuando la clase media sigue siendo importante, va perdiendo su peso relativo debido al empobrecimiento de gran parte de los hogares que la conformaban) donde los ricos son cada vez más ricos y generan mayores ingresos y los pobres son cada vez más pobres y cada vez les resulta más difícil, y casi imposible, salir de esta situación de pobreza.

La provincia de Mendoza[7] no es ajena a esta situación y este fenómeno también puede corroborarse en su territorio. Según los datos de la INDEC[8], en 1990 el quintil más rico del aglomerado urbano del Área Metropolitana de Mendoza ganaba 8.9 veces más que el quintil más pobre; ascendiendo este valor a 11.5 en el año 2002[9].

Ante esta situación, los barrios cerrados aparecen como un fenómeno relativamente nuevo en Mendoza donde se refugian las clases altas y medias-altas. El "boom" de este tipo de emprendimientos se dio durante los - 90, principalmente a fines de esa década[10]. En la actualidad, hay casi una cincuentena de estos complejos urbanos en el Área Metropolitana de Mendoza, aún cuando la gran mayoría de ellos se encuentra en las primeras etapas de urbanización[11]. La mayoría de ellos son barrios cerrados donde está priorizada la función residencial y no las prácticas deportivas o el "estilo de vida verde". Por otra parte, no se trata de un producto homogéneo ya que difieren en cuanto a su tamaño, servicios ofrecidos y población a la que están dirigidos.

Entre las principales causas de su surgimiento pueden citarse las que ya han sido analizadas anteriormente como características a nivel mundial, es decir: el aumento de la inseguridad y la violencia urbana y el retiro del Estado como garante de la seguridad ciudadana; la progresiva desaparición en la ciudad del sentimiento de comunidad; el aumento de la desigualdad social y el acrecentamiento de la brecha entre pobres y ricos, sumado al deseo de lograr status y cierta homogeneidad social por parte de algunos grupos sociales; el deseo de mayor contacto con la naturaleza y el impulso, por parte de los desarrolladores urbanos, de una nueva "moda" urbana, influenciada por el "American way of life".

La búsqueda de status y homogeneidad social o un nuevo estilo de vida fueron las principales razones cuando se inició el fenómeno de los barrios cerrados en Mendoza. Sin embargo, en los últimos años la causa fundamental de elección de este tipo de emprendimientos es, sin lugar a dudas, la búsqueda de mayor seguridad.

La violencia urbana y la inseguridad han aumentado dramáticamente en los últimos años en Argentina. Mendoza no ha sido ajena a esta situación, llegando en algunos casos a situaciones alarmantes. Según el INDEC, en 1991 ocurrían 149,8 delitos cada 10.000 habitantes en el país, mientras en Mendoza este valor ascendía a 199,4. Asimismo, en 1997 los delitos a nivel nacional llegaron a 228,8 casos cada 10.000 habitantes, mientras en Mendoza se verificaron 424,5 casos cada 10.000 habitantes (cifra sólo superada por Buenos Aires), siendo los delitos contra la propiedad los más recurrentes. En respuesta a esto, toda clase de dispositivos de seguridad ha sido implementada, desde rejas en puertas y ventanas, alarmas comunicadas directamente con la policía, hasta alarmas comunitarias donde los vecinos crean una red de protección más fuerte y efectiva. Tomar la decisión de residir en un barrio privado es una de las medidas extremas ante este problema, que sólo es posible para sectores socioeconómicos medios y altos que deben afrontar como gastos extras los gastos destinados al pago del personal de seguridad y la instalación de los dispositivos de seguridad.

Analizar las consecuencias sociales y urbanas de los barrios cerrados en el Área Metropolitana de Mendoza constituye un gran desafío ya que al tratarse de un fenómeno nuevo, sus consecuencias comienzan a evidenciarse muy lentamente. Por otra parte, no hay investigaciones sobre el tema en Mendoza. Sin embargo, la pregunta más importante que surge es la que ya ha sido mencionada anteriormente: hasta qué punto los barrios cerrados contribuyen a aumentar la segregación social urbana.

La realidad de los barrios cerrados en Argentina indicaría que éstos no sólo son un resultado extremo de un proceso de segregación que existe en todas las ciudades, sino que a su vez ellos también refuerzan esta segregación a partir de los dispositivos de seguridad que se constituyen en barreras, no sólo físicas sino también sociales. Sin embargo, sus habitantes deben relacionarse con la ciudad en general porque es allí donde realizan sus actividades cotidianas (trabajo, educación, recreación, etc.), aún cuando no tengan la necesidad de tener relaciones con las áreas que los rodean. Esta situación se verifica aún más en el caso de Mendoza ya que al tratarse de una ciudad intermedia donde las distancias físicas entre las áreas periféricas y el centro de la ciudad no son demasiado grandes, la gente se traslada cotidianamente al centro de la ciudad para satisfacer sus necesidades.

En este sentido, se da una "relación desigual" en cuanto los habitantes de los barrios cerrados impiden el uso de su espacio en forma libre y democrática por parte de los ciudadanos en general, pero necesitan de los bienes y servicios producidos en la ciudad abierta para satisfacer sus necesidades cotidianas. Ante estas situaciones, el Estado tiene un rol muy pasivo. Sólo algunos gobiernos locales han logrado implementar algunas estrategias tendientes a equilibrar esta relación "desbalanceada"[12].

Conclusiones

Los barrios cerrados constituyen un caso extremo del fenómeno de segregación social urbana que se está agudizando en las ciudades. Ellos buscan dar respuesta a un problema social muy grave, como es el tema de la inseguridad y de la violencia urbana. Sin embargo, constituyen una solución que sólo unos pocos "privilegiados" pueden conseguir. Por otra parte, no actúan sobre la causa del problema, sino sobre sus efectos.

Estos conjuntos urbanos destinados a alojar a las clases medias y medias altas son un fiel reflejo de la sociedad actual donde prima el individualismo por sobre la solidaridad y el bien común. Se establece una relación "desigual" al privatizarse el espacio público en beneficio de unos pocos, pero requiriendo igual los beneficios que la ciudad abierta y pública provee a todos los ciudadanos.

El resultado es entonces un proceso complejo de segregación social urbana, producto no sólo de causas estructurales, sino también de las decisiones tomadas por los propios actores sociales, que es cada vez más explícito y donde las diferencias sociales no pueden ser obviadas. La brecha entre los ricos y pobres, los que tienen o no tienen, los que viven seguros en la ciudad y los que no, se hace cada vez más amplia y parece más difícil de cerrar.

Notas

[1] Al hablar de barrios cerrados, como se explicará más adelante, se consideran no sólo los barrios cerrados (conjuntos residenciales cerrados con vigilancia), sino los countries y las chacras (o clubes de chacras). El concepto de barrio cerrado también aparece como sinónimo de barrio privado. Sin embargo, se prefiere hablar de barrios cerrados porque en el caso de Argentina, donde no hay legislación específica para este tipo de emprendimientos, en algunos casos las calles continúan siendo públicas aún cuando el barrio sea cerrado, por lo que no se trataría de un "barrio privado".
[2] Como se verá más adelante, este es uno de los motivos esgrimidos para habitar en un barrio cerrado.
[3] Incluso en los últimos años se han dado casos de barrios "abierto" cuya población pertenece a diferentes estratos socioeconómicos, que solicitan a las autoridades correspondientes el cierre de su barrio aduciendo motivos de inseguridad y robos. Para otorgar la autorización del cierre de un barrio se debe considerar la ubicación del barrio y la factibilidad del cierre (siempre y cuando no afecte a vías de circulación importantes), como así también la factibilidad de que los propios residentes del barrio se hagan cargo financieramente de los costos de materiales y obras para el cierre del barrio y de la contratación del personal que brindaría el servicio de seguridad.
[4] En este sentido, este punto se relaciona con el deseo de lograr "un estilo de vida diferente", similar al que existía años atrás donde la inseguridad urbana no determinaba las actividades cotidianas de los ciudadanos.
[5] Cabe mencionar que los niños constituyen un elemento esencial para entablar nuevas relaciones entre los adultos, ya que al existir relaciones de amistad entre los niños, esto aparece como la "excusa" para conocer a gente nueva dentro del barrio.
[6] Expresión manifestada por un entrevistado que se desempeña como personal de seguridad en un barrio cerrado.
[7] La Provincia de Mendoza está ubicada en el centro oeste de Argentina, siendo Chile su límite oeste. El Área Metropolitana de Mendoza cuenta con casi un millón de habitantes.
[8] INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos), Argentina.
[9] Información obtenida a partir de la Encuesta Permanente de Hogares. DEIE (Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas), Gobierno de Mendoza. Web site: www.economia.gov.ar/sities/deie
[10] Sin embargo, en los ´70 apareció el Barrio Dalvian, siendo el pionero en este tipo de urbanización en la provincia.
[11] La gran cantidad de estos emprendimientos urbanos desarrollados durante los últimos 10 años en Mendoza hace preguntarse cuál será su futuro, si es que existe una verdadera demanda de estos o si la oferta simplemente ha saturado el mercado condenando al fracaso a muchos de ellos, aún cuando hay casos que han sido muy exitosos, tales como Dalvian y Palmares, los cuales han debido ampliar su capacidad ante la gran demanda evidenciada.
[12] Para mayores detalles ver Roitman (2001).
Bibliografía
BECCARIA, L. Estancamiento y distribución del ingreso. En MINUJIN, A. Desigualdad y exclusión. Buenos Aires: UNICEF-Losada, 1993, p. 115-148.
BLAKELY, E. J. and SNYDER, M. G. Fortress America. Gated Communities in the United States. Washington and Cambridge (Mass.): Brookings Institution Press and Lincoln Institute of Land Policy, 1997. 209 p.
BOAL, F. W. Urban Ethnic Segregation and the Scenarios Spectrum. Ponencia presentada en el International Seminar on Segregation in the City Lincoln Institute of Land Policy, Cambridge (Mass). Julio 25-28, 2001.
CALDEIRA, T. P. d. R. City of Walls. Crime, Segregation and Citizenship in Sao Paulo. California: University of California Press, 2000. 487 p.
CARVALHO, M., VARKKI GEORGE, R., and ANTHONY, K. Residential Satisfaction in Condominios Exclusivos (Gate-guarded Neighborhoods) in Brazil. Environment and Behavior, vol. 29, no 6, 1997, p. 734-768.
COY, M. and PÖHLER, M. Gated Communities in Latin American megacities: case studies in Brazil and Argentina. Environment and Planning B, vol. 29, 2002, p. 355-370.
LANDMAN, C. Gated Communities and Urban Sustainability: Taking a Closer Look at the Future. Ponencia presentada en la 2nd Southern African Conference on Sustainable Development in the Built Environment. Pretoria, South Africa. 23-25 Agosto, 2000.
LANG, R. E. and DANIELSEN, K. A. Gated Communities in America: Walling Out the World? Housing Policy Debate, vol. 8, no 4, 1997, p. 867-877.
LOW, S. M. The Edge and the Center: Gated Communities and the Discourse of Urban Fear. 2000, trabajo publicado en http://062.cpla.cf.ac.uk/wbimages/gci/setha1.html.
MARCUSE, P., VAN KEMPEN, R. (eds). Globalizing Cities: A New Spatial Order?, Oxford: Blackwell, 2000, 275 p.
PRÉVOT SCHAPIRA, M.-F. Métropoles D'Amérique Latine: De L'Espace pubic aux espaces privés. Cahiers Des Amériques Latins , vol. 35, 2000, p. 15-19.
ROITMAN, S. Transformaciones urbanas en los '90: los barrios cerrados del Area Metropolitana de Mendoza. Revista Mundo Urbano. 2001, no 13 (Octubre). www.argiropolis.com.ar/mundourbano/anteriores/13/Roitman.html.
SVAMPA, M. Los que ganaron. La vida en los countries y barrios privados, Buenos Aires: Biblos, 2001, 282 p.
THUILLIER, G. "Les quartiers enclos á Buenos Aires: quand la ville devient country. Cahiers Des Amériques Latines, vol. 35, 2000, p. 41-56.
WILSON-DOENGES, G. An Exploration of Sense of Community and Fear of Crime in Gated Communities. Environment and Behavior, vol. 32, no 5, 2000, p. 597-611.